viernes, 13 de septiembre de 2013

Vargas Llosa, política, literatura y vida

Hace un par de días tuve la oportunidad de asistir a la rueda de prensa con motivo del lanzamiento del nuevo libro de Vargas Llosa, El héroe discreto, publicado por la Editorial Alfaguara. Después de más de dos meses de silencio en este blog, me atrevo, casi oso, a escribir unas líneas surgidas de ese acontecimiento. 

Una rueda de prensa de Vargas Llosa es siempre esperada por los periodistas; el Premio Nobel es de los que suele dar titulares. El autor contó, con todo lujo de detalles, los pormenores de su nueva obra, que tiene a dos personajes contrapuestos como protagonistas: el primero, un hombre corriente, Felícito Yanaqué, el segundo un empresario de éxito que urde una venganza. En el trasfondo de la obra, la corrupción y la lucha de los que se niegan a caer en ella. Aunque Vargas Llosa anunció que no iba a hablar de política, finalmente contestó de forma más o menos directa a algunas de las cuestiones de los periodistas. Cuando al día siguiente vi que algunos diarios solamente destacaban este punto de la larga conversación del día anterior, mi sensación fue que la política, de alguna forma, había vencido a la literatura. 

Necesitamos hablar de política, no lo dudo, pero me resisto a creer que no necesitemos aún más hablar de literatura. Algunas de las palabras de Vargas Llosa, tal vez las más hermosas, se perdieron como lágrimas en la lluvia. Porque las frases que aún resuenan en mi cabeza son estas: "lo importante es vivir como si uno fuera inmortal, como si la muerte no existiera" y "hay que vivir hasta el final, no morirse en vida". 

Aún no he comenzado a leer El héroe discreto y me temo que mañana no será el día en que empiece a hacerlo; me lo impedirá asistir a una boda, y es que, a veces, la vida gana a la literatura. No sé cuál será mi impresión del libro, pero lo que sí sé es que, de momento, escuchar al autor ha hecho que rompa mi silencio, que me pelee por vivir como si fuera inmortal, aunque sea los minutos en los que tecleo estas líneas. Porque, a veces, la escritura es la vida. O, tal vez, casi siempre lo sea.

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