En los primeros años de la década de los 80, parafraseando a
Sabina, las niñas no querían ser princesas. De hecho, yo no recuerdo a ninguna
que anhelara serlo. Mis amigas querían ser veterinarias, médicos o abogados.
Fue a finales de la década de los 90, cuando la “moda principesca” llego de la mano de Disney. La compañía no solo lanzaba año tras año películas
protagonizadas por princesas, sino que lo acompañaba con un apabullante
despliegue de vestidos, complementos, y todo tipo de merchandising. Las niñas volvían a querer ser princesas y algo
tenía que ver la imparable máquina publicitaria de la Disney.
Mientras, los anuncios mostraban a sus madres y hermanas
mayores trabajando, comprando, pero, sobre todo, limpiando. Porque si hay algo
que las mujeres no han dejado de hacer en la publicidad, es preocuparse de que
el blanco fuera blanco. Durante las últimas 3 décadas hemos
sido testigos de cómo los anunciantes iban, de forma lenta, eliminando
estereotipos y barreras de género, pero, aún hoy en día los spots de
detergentes son, en su inmensa mayoría, protagonizados por mujeres.
Si hiciéramos una fotografía de cómo la publicidad actual
retrata a las mujeres y, sobre todo, a las mujeres trabajadoras, saldría
movida. Hay demasiadas tendencias y nos movemos de uno a otro extremo. Desde la
última campaña de Desigual, Tengo un plan, que retrata a una mujer que va al trabajo con la
inequívoca misión de ligarse al jefe (reproduciendo roles tradicionalmente masculinos),
hasta cualquiera de los anuncios de Axe (que no hace falta explicar).
Creo, en cualquier caso, que aunque tímidamente, seguimos
avanzando, y que cada vez más se intenta cuidar la imagen de la mujer en la
publicidad, aunque solo sea porque esto redunda en favor de los intereses de los
anunciantes. A este respecto, Disney ha lanzado una campaña I am a princess,
donde definen lo que, en la actualidad, es una princesa para ellos. Chicas
arqueras, que hacen surf o que pilotan un kart. Aunque sea por motivos
puramente comerciales, hay que valorar el cambio de rumbo, aunque aún sea
tímido. Porque, señores de Disney, aún me faltan princesas con microscopios.
Muchas princesas con microscopios. Porque aún hay muchos techos y zapatos de
cristal que romper.
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