viernes, 8 de marzo de 2013

Publicidad, princesas y mujeres trabajadoras

Cuando tenía 6 años, le dije a mi familia que de mayor quería ser oradora, en concreto, “oradora o discurseadora”. Al cumplir los 8 decidí que quería ser bailarina. A los 11 bióloga, a ser posible, marina. Alrededor de los 13 dispuse convertirme en ingeniera, a ver si entendía algo de cómo funcionaban las cosas. A los 15 quise estudiar Bellas Artes, y me tiré un año largo dibujando figuras al carboncillo. A los 17 comencé mis estudios en la Facultad de Ciencias de la Información, lo que me llevo, de alguna forma, al punto de partida, querer dedicarme a comunicar.

En los primeros años de la década de los 80, parafraseando a Sabina, las niñas no querían ser princesas. De hecho, yo no recuerdo a ninguna que anhelara serlo. Mis amigas querían ser veterinarias, médicos o abogados. Fue a finales de la década de los 90, cuando la “moda principesca” llego de la mano de Disney. La compañía no solo lanzaba año tras año películas protagonizadas por princesas, sino que lo acompañaba con un apabullante despliegue de vestidos, complementos, y todo tipo de merchandising. Las niñas volvían a querer ser princesas y algo tenía que ver la imparable máquina publicitaria de la Disney.

Mientras, los anuncios mostraban a sus madres y hermanas mayores trabajando, comprando, pero, sobre todo, limpiando. Porque si hay algo que las mujeres no han dejado de hacer en la publicidad, es preocuparse de que el blanco fuera blanco. Durante las últimas 3 décadas hemos sido testigos de cómo los anunciantes iban, de forma lenta, eliminando estereotipos y barreras de género, pero, aún hoy en día los spots de detergentes son, en su inmensa mayoría, protagonizados por mujeres.

Si hiciéramos una fotografía de cómo la publicidad actual retrata a las mujeres y, sobre todo, a las mujeres trabajadoras, saldría movida. Hay demasiadas tendencias y nos movemos de uno a otro extremo. Desde la última campaña de Desigual, Tengo un plan, que retrata a una mujer que va al trabajo con la inequívoca misión de ligarse al jefe (reproduciendo roles tradicionalmente masculinos), hasta cualquiera de los anuncios de Axe (que no hace falta explicar).



Creo, en cualquier caso, que aunque tímidamente, seguimos avanzando, y que cada vez más se intenta cuidar la imagen de la mujer en la publicidad, aunque solo sea porque esto redunda en favor de los intereses de los anunciantes. A este respecto, Disney ha lanzado una campaña I am a princess, donde definen lo que, en la actualidad, es una princesa para ellos. Chicas arqueras, que hacen surf o que pilotan un kart. Aunque sea por motivos puramente comerciales, hay que valorar el cambio de rumbo, aunque aún sea tímido. Porque, señores de Disney, aún me faltan princesas con microscopios. Muchas princesas con microscopios. Porque aún hay muchos techos y zapatos de cristal que romper.


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